Cuando idealizas cómo será tu maternidad, planeas cada detalle, decides lo que te gusta y no te gusta. Pero al llegar el día de tu debut como mamá, muchos de tus planes se quedan en el cajón de los recuerdos.


Antes de ser mamá yo tenía muy arraigados todos los mitos existentes en la sociedad mexicana respecto de la maternidad: que si lo cargas, se embracila; que si debes o no darle una nalgada a tiempo; que si tiene mamitis es lo peor del mundo; que debes dejarlo llorar para que se acostumbre; que si debes darle tecitos. Además, mi esposo y yo teníamos en mente 3 hijos, ese era el ideal pero 2 no sonaba mal, y nuestra idea era que no se llevaran mucho tiempo entre ellos, porque “qué padre que sean contemporáneos y jueguen entre ellos”, sonaba perfecto.

Con el embarazo defines lo que quisieras

Llegó mi embarazo y yo quería que mi bebé naciera por parto y me ilusionaba mucho la idea de que fuera en casa, aunque después desistí por desinformación. Así que investigando encontré los cursos psicoprofilácticos. En ellos te dan información acerca del embarazo, el parto, la lactancia, el colecho y ejercicios que ayudan muchísimo a disminuir los malestares propios del embarazo y mantenerte activa.

En cuanto a la lactancia comencé a comprender, de a poco, la importancia de ésta para el bebé y los beneficios para mamá; así como la forma correcta para amamantar, las posiciones más cómodas y el término ‘libre demanda’. Yo me sentía más que lista para el momento en el que mi hijo decidiera nacer, sin saber que aún había mucha información que yo no conocía y que iba necesitar.

Y un día te llega la realidad

Cuando llegó el bello momento del nacimiento, todas esas cosas que yo daba por ciertas se derrumbaron, y doy gracias por ello, en cuanto mi hijo lloraba yo acudía a él y entendí que ese ser necesitaba TODO de su papá y de mí, necesitaba de nosotros para seguir vivo.

Nuestra atención completa debía ser suya y en ese momento dije «No, ni loca tengo otro bebé». No estaba segura de ser capaz de traicionar de esa manera a mi pedacito de vida (suena muy trágico, lo sé, pero después comprendí que era el postparto y las hormonas haciendo de las suyas).

En el hospital le dieron fórmula, y hasta el segundo día yo me lo pegué pero por un tiempo limitado, sólo una vez al día.

Estando en casa fue distinto, prácticamente dejamos los biberones para la noche, mi esposo me dijo que así él podría alimentarlo para que yo descansará y así llevábamos como 4 días hasta que leímos de lo importantes que eran las tomas nocturnas, así que los biberones nocturnos también desaparecieron y en poco tiempo logramos una lactancia exclusiva.

Nosotros elegimos el colecho y fue una gran decisión, ya que tener a mi bebé a mi lado y poder alimentarlo en las noches sin salir de mi cama era fantástico, así ambos dormíamos y descansábamos divinamente.

Me deshice de la idea de que cargar a mi hijo lo embracilaba y aprendí a usar un fular que me regalaron cuando estaba embarazada, yo me sentía tranquila teniendo a mi hijo cerca de mí y él era el más feliz en los brazos de mamá.

En ese punto yo sabía que si mi hijo lloraba era porque necesitaba que sentir a su mamá para estar seguro, que al llorar no intentaba manipularme ni nada por el estilo.

Conforme fue creciendo mi hijo, cambió mi “no rotundo» ante la posibilidad de tener más bebés. Ya no sentía que lo estaba traicionando, pero sí me daba miedo la idea de cuidar y darle todo mi amor a otro pequeñito, y sólo pensarlo me llenaba de dudas y miedos.

Me di cuenta que la mejor aliada de la maternidad es la información actualizada, ya que gracias ella pude quitarme miedo y tomar decisiones que me dieran tranquilidad y me ayudaran a sentirme más plena y tranquila. ¿Tú también dijiste que harías algo y luego cambiaste de opinión?

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