¿Alguna vez has pensado, que no le puedes pedir más a la vida, que tienes más de lo que nunca imaginaste? Así me sentía yo. Es más, sentía que mi vida era perfecta, que lo tenía todo y más. El 16 de enero, nuestro bebé de 4 años, Edgar, se fue al cielo, pero antes le di un último beso.
Un poco sobre mí
Me casé con el amor de mi vida, el que hasta la fecha me vuelve loca en todos los sentidos. Dos embarazos perfectos, dos niños maravillosos, dos hombres que me robaron el corazón al nacer, Edgar y Lucca.
Mi Edgar, el niño que me enseñó a ser mamá y a conocer el amor más perfecto. Desde que nació era especial, tan especial que a donde íbamos acaparaba la atención de todos. Lleno de luz y energía pura. Un alma libre, siempre entregado y apasionado por lo que le atraía. Con una mirada profunda y habilidad de iluminar con esa sonrisa y carisma que solo el poseía. Siempre lleno de amor para dar y un corazón de oro.
Amante de los dinosaurios de una manera irreal y fascinante. El niño que, a tan pequeña edad, sus conocimientos y manera de hablar no correspondían con un niño de su edad.
Mi Lucca, el que me enseñó que el amor a los hijos no se divide, se multiplica y no tiene límites. Mi güero, ojo de color, pelo rubio que hasta la fecha no lo podemos creer. Si lo vieras pensarías que no es mío y me lo robe. Terco como nadie en este mundo, pero también el más cariñoso y detallista. Siempre listo para aprender cosas nuevas y muy independiente. La fuerza de mi familia, el que nos mantiene unidos. Un guerrero hermoso que me deja con la boca abierta todos los días.
Ellos son mis hijos, lo más hermoso que tenemos mi esposo y yo. Vivimos en Ciudad Acuña, el lugar donde formé mi hermosa familia y hoy estoy reinventándome y aprendiendo a vivir con el dolor más grande y desgarrador de mi vida. El 16 de enero, nuestro bebe de 4 años, Edgar, se fue al cielo.
Nuestras vacaciones en familia
Lo que para nosotros eran unas vacaciones muy esperadas en Cancún, para festejar mi cumple después de casi un año de estar completamente encerrados por la pandemia del Covid-19, terminó siendo el peor viaje de nuestras vidas y el último como familia de cuatro.
Al llegar a Cancún, Edgar me dijo “Aquí no hay virus, I’m so happy (¡Estoy tan feliz!)”. Yo estaba muy nerviosa ya que en realidad no habíamos salido ni a la esquina, pero sentí la necesidad de salirnos de casa y disfrutar en familia. Me convenció la idea de quedarnos en casa de mi tía y no en un hotel con tanta gente.
Todo parecía perfecto, mi cumple en la playa, con mi familia, lejos de casa. Al llegar, mis hijos eran otros, como si les cambiaron el chip, no lo puedo explicar, hasta me sentía la peor mama del mundo por haberlos tenido encerrados tanto tiempo. Pero no me arrepiento.
Durante todos los meses de encierro, o de cuarentena, me dediqué completamente a mis hijos. Todos decían que era una exagerada y ridícula, pero insisto en que no me arrepiento. Compartí más tiempo de lo normal con Edgar. Gracias Dios mío por estos meses de apego intenso.
El día que llegamos a Cancún nos fuimos a cenar a mi restaurante favorito y mis hijos no dejaban de platicar y reír, estaban realizados de hacer algo diferente. Al terminar, nos fuimos por una nieve a un centro comercial.
Mis hijos se salpicaron en una fuente y no tuve el corazón de decirles que no, estaban tan contentos. Me acuerdo perfecto que a Edgar le dio frío y se metió abajo de mi vestido largo, caminamos con él escondido ahí abajo y yo no quería que se acabara el día. Por fin éramos libres. Todavía puedo sentir sus manitas abrazando mis piernas y yo protegiéndolo del frío. Al escribir esto, realmente las siento y cada centímetro de mi cuerpo lo extraña.
Nuestro último beso
A la mañana siguiente, Edgar despertó primero que todos, y al sentirlo abrir la puerta de la recámara le dije: “¿A dónde vas? Ven a darme un beso primero”. Él me contestó: “last kiss, mom” (último beso, mamá) y se fue corriendo a buscar a su primo. Si yo supiera que ese iba ser nuestro último beso, jamás me hubiera despegado de él y ahí seguiría acariciando su carita que hoy intento formar como rompecabezas al cerrar mis ojos y no logro terminar.
Me parece increíble, y tal vez creas que estoy enloqueciendo, y con justa razón debería, pero algo me dice que él sabía que ya se iba al cielo, por eso estaba tan feliz e insistía que el virus no existe en Cancún.
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Pau admiro que poco a poco vas transformando tu dolor en cosas positivas.. un beso
Hermoso escrito Paulina. Un fuerte abrazo. Tía Dora.
me encanto leerte!! sigue en tu proceso q te lleva a ser mejor persona cada dia! pretty proud of you!! 🤍
Las personas que conocimos a Edgar damos prueba absoluta de un ángel estuvo entre nosotros. Gracias Edgar por estar entre nosotros, Gracias por tu compañía en la escuela a mi hija .. gracias por traducirle todo! Y decirle a tu mamá que le pusiera cheese de lonche! Sofía te extraña mucho pero ella sabe q la acompañas y cuidas desde el cielo. Algún día podrán jugar otra vez y te seguirá doblando tu colchita 🙂 💕💕