A todas nos dicen que ser madre es lo mejor del mundo, que nos vamos a derretir de amor, que todo será miel sobre hojuelas y no es que esto sea mentira, pero tampoco es completamente cierto. Existen muchas otras realidades, las cuales casi nadie menciona.


Lo que nadie te dice

A mí nadie me dijo que cuando mi hijo naciera yo iba a seguir teniendo panza, como si siguiera embarazada. Nadie me dijo que las visitas son muy incómodas. Nadie me dijo que sentiría cansancio, dolor, frustración, agobio y mucha culpa. Nadie me dijo que me iba a costar muchísimo reconocerme.

Yo decidí dejar mi trabajo para dedicarme al cuidado de mi pequeño y hermoso bebé. A los pocos días de estar con él 24/7 vino mi primer momento de quiebre, me sentía más cansada que cuando iba a la oficina y no era un cansancio físico, era emocional. Es súper pesado mantener vivo y a salvo a un bebé. Un día llegó mi esposo del trabajo y me encontró llorando, al preguntarme qué tenía, con mucho miedo le dije: “estoy cansada, fastidiada y harta, me siento muy agobiada”.

Mi esposo me abrazó, me contuvo y trato de entender cómo me sentía. Me dijo que comprendía que era muy duro que tuviera que despojarme de mí y pertenecer a mi hijo. Sucede que hasta los 2 años de edad, aproximadamente, los pequeñitos dependen de un adulto para absolutamente todo, y en este caso, ese adulto era yo: una mujer que aún no pasaba el postparto, que acababa de renunciar a su trabajo y a su independencia económica, y que, además, se acababa de enterar que estaba enferma.

Soy afortunada, pero…

Sé que fui muy afortunada por tener la posibilidad de elegir entre trabajar o estar en casa; por tener un hijo completamente sano y yo podía estar con él disfrutando. Porque mi esposo tenía la solvencia económica para que pudiéramos prescindir de mi salario y apoyaba mis decisiones, pero eso nada tenía que ver con cómo me sentía.

Tenía miedo de decirle a mi esposo lo que me pasaba porque pensé que tal vez me diría que estaba loca, que exageraba, que no agradecía por tener a nuestro hijo sano y conmigo, y es que, seamos honestas: ¿cuántas veces no hemos escuchado que le dicen este tipo de cosas a una mamá que intenta decir que está cansada? Pareciera que eso significa que no queremos a nuestros hijos o algo por el estilo. Eso no tiene nada que ver con el amor hacia nuestros niños, los amamos con locura y disfrutamos mucho, pero no siempre es sencillo, ni color de rosa.

La maternidad tiene una cantidad inimaginable de matices, es como una rueda de la fortuna, a veces estás bien arriba y otras estás en el suelo.

Para mí, los peores momentos que he vivido siendo mamá han sido por sentirme culpable, por pensar que no estoy cubriendo las expectativas que la sociedad tiene sobre las mamás.

Poco a poco he aprendido que la culpa no ayuda ni aporta; que tengo que aprender a fluir con mi hijo y disfrutar nuestro proceso y digo nuestro, porque es único y especial.

Recuerda que tu maternidad es distinta a todas las demás, que sólo tú sabes lo difícil que puede llegar a ser; no exageras ni estás loca, tampoco eres mala mamá por querer un momento a solas para respirar. Deseo de corazón que creas lo que te voy a decir: eres una gran mamá y haces un gran trabajo, tus peques lo valoran y agradecen.

De mamá a mamá te pido que confíes y creas en ti.

También puedes ver el video de Paola Bornacini sobre: Las Netas del Postparto.