Hace poco más de un año, mi esposo dijo por primera vez a una pareja de amigos que no son papás: “NO TENGAN HIJOS”. Y recuerdo que en ese momento me sentí muy ofendida, enojada. ¡No podía creer que se atreviera a decir eso! Para mí en ese momento, significaba que se arrepentía de ser papá, de tener hijos…


¿Cuántas veces no hemos escuchado que ser mamá es lo más bonito del mundo o que ser mamá es lo mejor que le puede pasar a una mujer, que casi casi ninguna debería perderse esta experiencia en su vida?

Miles de veces, lo escuchamos en nuestras familias y círculos cercanos, en grupos de amigas, por parte de campañas publicitarias y medios de comunicación.

Y sí, todos se encargan de seguir reproduciendo el discurso romántico de la maternidad, es decir, el lado bonito, eso que vemos en las películas, y a lo cuál por supuesto, de manera natural aspiramos.

Y no me malinterpreten, no estoy en contra de la maternidad, pues yo misma soy mamá y puedo decir que efectivamente es de las cosas más maravillosas que he podido experimentar, pero también de las más retadoras y complejas. Y he ahí el punto al que quiero llegar… hablar de la realidad de las cosas.

Siempre he pensado que la maternidad es un proceso en el que la ambivalencia de emociones es protagonista. Por un lado hay momentos en los que desearíamos que llegue la noche, para que nuestros hijos al fin duerman y podamos tener un tiempo para nosotras.

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Pero cuando ese momento llega y las crías ya están en modo off, no podemos más que admirar lo increíbles que son, el milagro de la vida que representan e incluso es inevitable ponernos a recordar esas travesuras que durante el día nos pusieron los nervios de punta, pero en ese momento de calma, nos sacan una sonrisa.

Al ser mamá también renuncias a muchas cosas, empezando por tu libertad, esa que dábamos por hecho y no valoramos lo suficiente cuando la teníamos.

¿Recuerdas cómo era despertar a la hora que tu cuerpo te lo pidiera, y no cuando lo hicieran unos manotazos o vocecitas de seres pidiendo ser alimentados, o demandando atención? ¿Recuerdas cuando tu pareja te decía: “paso por ti a las 8 para ir al cine” y sólo tenías que pensar en qué ponerte, y no en quién te iba a cuidar a los niños?

A eso me refiero…

Pero entonces, ¿cuál es mi punto? ¿a qué voy con todo esto?

Como sociedad necesitamos parar de reproducir un discurso romantizado e idealizado. Necesitamos normalizar el cansancio de las madres y no solo eso, sino también la necesidad de expresar ese cansancio y de desahogarse sin ser juzgadas, como si fueran bichos raros que “mejor no hubieran sido mamás, si se iban a estar quejando”.

«No tengan hijos»

Cuando mi esposo se atrevió a recomendar a otra pareja no tener hijos, me indignó ese atrevimiento de su parte. Ya estando a solas, le dije lo que pensaba, a lo que él respondió lo siguiente: “no es que me arrepiente de ser papá, amo a mis hijos y daría la vida por ellos, pero la realidad es que la maternidad y paternidad son una friega, y es nuestra responsabilidad social decirlo, hablarlo. No todo es color de rosa y en el fondo lo sabes”.

A partir de ese momento, luego de que la culpa hiciera lo suyo en mi cabeza, lo comencé a entender y mi perspectiva cambió. Mi esposo tenía razón.

No podemos ser tan irresponsables como para invitar a todo mundo a ser papás sin mostrarles la realidad, pues de esa forma estaríamos promoviendo que surjan maternidades y paternidades por naturaleza, por instinto.

Sin embargo, difícilmente estaríamos contribuyendo al surgimiento de mamás y papás conscientes, que busquen prepararse, que se informen, que deseen trabajar en sanar sus heridas de la infancia, y romper el ciclo de malas prácticas aprendidas a lo largo de su vida.

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Entiendo que no todos estén listos para escuchar verdades o realidades de este tipo, ¡y está bien! Yo estuve de ese lado, dominada por esa programación de “mamá perfecta” que se nos enseña desde chiquitas por lo que vemos y escuchamos a nuestro alrededor.

Pero una vez que trabajas la culpa, y aceptas que eres una mujer imperfecta, que se cansa, que llora, que quiere estar a solas, y que todo eso no te hace mala mamá, entonces todo comienza a cobrar sentido.

Así que hoy te invito a cambiar el discurso, a dejar de romantizar y hablar con la neta. Y que si nos preguntan podamos decir:

No tengas hijos si:

  • ves bebés o niños y dices «yo quiero uno» (son bolsos o zapatos)
  • crees que es el paso que sigue en tu vida porque así lo marca la sociedad
  • te presionan para ser mamá
  • crees que así salvarás tu relación de pareja
  • crees que siendo mamá se resolverán tus conflictos internos

Toma en cuenta lo siguiente:

  • Ser mamá es agotador
  • Renuncias a gran parte de tu libertad al menos los primeros 2 o 3 años de su vida
  • Tu vida sexual se verá considerablemente implicada
  • Es mentira que de amor se vive: traer hijos al mundo y mantenerlos cuesta dinero
  • Hasta la persona más paciente pierde la paciencia en algún momento de la crianza
  • Por más que planees, te prepares o te informes, siempre hay exámenes sorpresa que te ponen a prueba y no siempre los vas a pasar
  • Siempre vas a amar a tus hijos, en el berrinche y en los peores momentos, pero algunas otras, te van a caer mal.

Si después de saber todo esto, el deseo sigue, y estás dispuesta a asumir la responsabilidad, ¡estás lista!

¡Bienvenida a la aventura! Por maternidades y paternidades conscientes y deseadas.