Después de disfrutar 3 meses ininterrumpidos a mi bebé, llegó el momento de volver al trabajo. No me imaginaba lo que me esperaba: ¿por qué tiene que ser tan difícil el regreso al trabajo después de tener un bebé? ¿Realmente estamos preparadas para hacerlo?


La verdad tenía sentimientos encontrados, me daba emoción y alegría, pero al mismo tiempo culpa y tristeza, no quería separarme de mi hijo. Además mi deseo era mantener la lactancia materna, así que puse manos a la obra.

Si mal no recuerdo, cuando mi hijo tenía como un mes de nacido decidí intentar sacarme leche con el extractor manual y por más que bombeaba no obtenía más de una onza de ambos senos. Comenzó a darme mucho estrés y lo dejé por la paz.

Posteriormente leí que era un proceso y que poco a poco mi cuerpo se iba a ir acostumbrando; así que tiempo después lo retomé y logré tres onzas; me sentí súper poderosa. Seguí así, sacando y congelando lechita, no tenía muchísimas bolsitas pero con lo que había obtenido y lo que fuera recolectando mientras trabajaba lograría seguir con la lactancia.

Al regresar al trabajo me encontré con varias dificultades:

1. No había un lugar adecuado e higiénico para sacarme leche, por lo que debía recurrir al sanitario.

2. Había mujeres que se ofendían porque “pasaba mucho tiempo en el baño” y ellas lo necesitaban también (bombeaba 15 min de cada lado).

3. Con mi extractor manual requería de aproximadamente 30 minutos para extraerme leche y eso era “demasiado” tiempo fuera de mi área de trabajo.

4. Sólo me sacaba leche dos veces mientras estaba en la oficina porque había muchas cosas que hacer y todo urgía. Aunque hubo ocasiones en las que sólo tuve oportunidad de hacerlo una vez.

Como era de esperarse, a los 2 meses de que había vuelto a la oficina me di cuenta de que me estaba quedando sin reservas para que mi bebé comiera, así que, con el dolor de mi corazón, fuimos con su pediatra para comentarle la situación y que nos recomendara una leche de fórmula, no era lo que yo quería pero no tenía otra opción, al menos no por el momento, ya que mi hijo necesitaba comer.

Días después decidí que iba a lograr que nuevamente mi hijo se alimentara de lactancia materna de forma exclusiva, así que era necesario modificar algunas cosas: compré un extractor eléctrico doble, así tardaba menos tiempo en obtener la leche de ambos senos; religiosamente comencé a extraerme cada 3 horas, ya que no requería destinar tanto tiempo para ello, y dejaron de ser importantes los comentarios mal intencionados de algunas compañeras.

Poco a poco pude ir teniendo más leche para mi pequeño, y orgullosamente puedo decirles que logré mi objetivo: un mes después mi hijo dejó de tener lactancia mixta.

He de admitir que separarme de mi hijo fue muy complejo, se me apachurraba el corazón, pero, al cabo de unos días, me fui sintiendo bien de volver a ver a mis compañeros y amigos de la oficina. De cierta manera sentía que estaba recuperando un poco de terreno la mujer trabajadora, aunque seguía ganando la mujer mamá.

Tristemente me di cuenta que, en el plano laboral, hay mucha discriminación hacía las mujeres que tienen hijos: hay muy poca empatía, te juzgan y mal miran por no quedarte más tiempo en la oficina, por dedicar tiempo a sacarte leche, por pedir permiso si tu hijo está enfermo o tiene alguna cita médica.

Ojo, no es que pida un trato especial para las madres trabajadoras, el punto es respetar los derechos que tenemos para desempeñarnos plenamente en el ámbito de la maternidad y en el laboral.

A pesar de sentirme contenta por haber vuelto al trabajo, fueron más lo malos momentos que viví ahí siendo mamá, así que llegué al punto en el que tuve que elegir entre mi empleo y mi maternidad.

¿Se imaginan qué pasó? Se los cuento en mi siguiente texto.