El 15 de marzo de 2020 en mi casa se terminó la normalidad. No sólo se trataba de la situación de salud mundial que nos hacía cambiar toda nuestra rutina, también fue el primer día que vivía nuevamente como una mamá soltera.
Hace apenas un año, yo tenía un matrimonio, dos hijos hermosos y una vida cómoda. Me sentía agradecida por poder dedicarme a mi familia, pero sobre todo a mis hijos. Disfrutaba mi vida tranquila, del tiempo para mí, de las tardes de actividades con mis hijos, de los fines de semana en familia, de los muchos amigos que nos querían y del trabajo que de vez en cuando me salía de un negocio que tenía para eventos.
Mi vida era “normal” o eso era lo que yo creía. Llevaba 9 años de casada con un buen hombre y buen papá de mis hijos; un matrimonio con sus altas y bajas, con sus momentos felices y otros momentos difíciles e indiferentes, pero ahí estábamos sumergidos y rebasados por la rutina diaria del trabajo, la casa y la dinámica con los niños.
Un día de febrero del 2020 mi esposo me avisó que la empresa donde trabajaba le había pedido su renuncia. En ese momento, ambos sentimos que quizás ya era hora de cerrar el ciclo en esa compañía, y que seguramente iba a conseguir un mejor trabajo pronto. Un par de semanas después, la tensión en casa aumentaba y un día mi esposo me dijo que “ya no podía mas” con nuestro matrimonio y que se quería divorciar. En ese momento me rompí.
Las emociones que surgen con el cambio
A los pocos días, mi esposo hizo sus maletas y se fue. Recuerdo muy bien el dolor y el miedo que sentí en esos momentos. Aún no me imaginaba que justamente ese 15 de marzo sería también el último día de lo que conocíamos como “normalidad”. Al día siguiente todo fue peor, los niños no volvieron al colegio, empezó la pandemia por Covid-19.
Recuerdo haberme derrumbado en el piso del baño, llorando, sin entender con certeza lo que me estaba pasando. Me recorría por todo el cuerpo una sensación desgarradora, sentía tristeza, miedo, vergüenza, incertidumbre y mucho enojo. Había yo dejado de trabajar hace más de 7 años y ya no me quedaban ahorros, dependíamos al 100% del papá de mis hijos, el cual estaba desempleado. Mi sentido propio de valía estaba por los suelos. Mi vida “normal” y “estable” ya no existía más, y no tenía yo la menor idea de qué iba a hacer conmigo y con mis hijos a partir de ese momento. De lo que estaba yo segura es que mi vida había cambiado radicalmente de la noche a la mañana y no sabia cómo procesarlo.
Con el tiempo aprendí que el ser humano no es lineal, ni predecible. Dar un paso deliberado hacia el cambio es difícil para todos los seres humanos. El cambio requiere esfuerzo ya que es todo un desafío. Tendemos a permanecer victimizadas en nuestra zona de confort en lugar de trabajar duro por nuestro desarrollo. Sin duda, cambiar nuestra perspectiva, comportamiento y reacciones hacia la incertidumbre es una parte aterradora pero inevitable de la vida.
Haciéndole espacio al cambio
El 2020, siguió su curso, sin duda un año difícil en donde además del divorcio, la escasez económica y laboral, mi duelo personal, el de mis hijos y la pandemia, también sufrí la retirada e indiferencia de familiares y amistades que consideraba valiosos. La pandemia nos puso distancia a todos en un momento donde lo que yo más necesitaba era la cercanía, la contención, el abrazo y el cariño de los míos.
El “homeschool” de dos niños era una carga extenuante y casi imposible para mí. Me sentí muy sola y en ocasiones desesperada con una ansiedad terrible. La depresión me orilló a hacer lo correcto, dejé de mirar hacia afuera para empezar a mirarme hacia adentro. El cambio me obligó a echar un vistazo a mi vida y a mí misma también. Y ahí fue donde todo tuvo sentido y empecé mi proceso de “REINVENCIÓN”.
A veces necesitamos ponerle fin a relaciones, situaciones o hábitos que ya no tienen un propósito en nuestra vida y ya no nos hacen bien. Hay que reconocer que nuestras relaciones sociales son importantes y por ello debemos tejer nuevas relaciones que nos den fuerza, voluntad y sobre todo acompañamiento en nuestro nuevo proceso de reinvención. Cuando intentamos vernos tal como somos podemos reconocer dónde estamos, nuestra situación, nuestras emociones, nuestros limites y podemos tener la oportunidad de sobre pasarlos.
Para poder cambiar los aspectos que no son buenos para nosotros, primero debemos aceptarlos así como son. Tenemos que ver la situación real y reconocer sentimientos como la vergüenza, el miedo, la culpa, la tristeza y la angustia y poder sentirlos sin reprimirlos y darnos cuenta de que nuestros mecanismos de defensa y confort abren un espacio para el cambio. Cuando esto sucede y podemos verlo completamente, se hace difícil repetir el mismo ciclo y nuevos caminos se abren en nuestra perspectiva.
Descubriendo mi valía y mi valentía
La culpa por no ser económicamente independiente y no ser laboralmente activa me alborotaba el sentimiento de inutilidad y poca valía respecto a mi persona. Comprendí que mis pensamientos me saboteaban todo el tiempo, y que yo misma era carcelera de mi propia prisión. Tenia que enfocarme en “la aceptación” y aprender a adaptarme con menos estrés. Aceptar que dentro de mi proceso habría éxitos y fracasos.
Nuestra autoestima y respeto propio se desarrollan cuando damos pasos valientes y tenemos éxito al darnos crédito por nuestro trabajo en este proceso. Nuestra paciencia, esfuerzo e intensión abren el paso para el cambio.
Me tomo todo un año tomar la iniciativa de aceptarme, arriesgarme, ser valiente y ser imparable.
¡El cambio no lo podemos evitar pero lo podemos disfrutar!
Dar pasos valientes hacia el cambio nos motiva a vivir vidas llenas de satisfacción y de alegría. ¿Esta lista para explorar tu valentía?
Una historia difícil de contar, pero me encanta la forma en que decidiste llevar este dolor y miedo; encontrando y sacando esa gran mujer que vive en ti, queriéndola y reconociendo tus debilidades y virtudes. Seguramente aún falta camino por recorrer pero sigue con esa fortaleza y valentía.
Gracias por tus palabras. ❤️❤️
Que gusto poder conocerte a través de tus letras, felicidades por todo el valor!
Gracias por tus palabras ❤️❤️
Me encanta lo que escribes! Súper cierto… y felicidades por esa valentía. Sé que te falta mucho porque recorrer y descubrir en esa mujer valiente, imperfecta, vulnerable y fuerte.
Gracias por tus palabras! ❤️